Pakistán

Condenado al taxi

Waheed es mi taxista. Es de un pueblo cercano a Islamabad. En la capital todo el mundo viaja en taxi si no tiene coche, ya que los medios de transporte públicos son prácticamente inexistentes. Esto es un gran inconveniente, así que la mayoría de la gente acaba utilizando con cierta regularidad un mismo taxista, de confianza, para evitar los continuos regateos por los precios –nunca hay taxímetro- y las esperas. Además, muchos conductores desconocen la ciudad en la que trabajan y es fácil emplear mucho tiempo para llegar a algunos sitios para los que hubieran bastado diez minutos. Islamabad tiene sorprendentemente un tráfico soportable porque es una urbe muy nueva, creada en los sesenta con cartabón. Está dividida por sectores cuadriculados y por zonas de trabajo: enclave diplomático, zona de negocios, área residencial, enclave político… Sin embargo, Rawalpindi, que es la ciudad que aparece en la foto, es muy distinta. Tiene más historia y se parece a lo que realmente es Pakistán en cuanto al tráfico: un caos. Además, allí sí que hay autorickshaws –como el que se observa tras Waheed-, el transporte por excelencia en muchos países asiáticos. Los rickis están prohibidos en la capital.

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