Pakistán

Por qué Lahore sí que importa

CIMG5066Si las horas lectivas en cualquier escuela se rigieran por una valoración a través de likes o aplicaciones digitales que midiesen el interés de los alumnos, probablemente cada mañana, tras sonar la campana, solo habría educación física durante horas, actividades en grupo y un poco de inglés. Otras asignaturas más complicadas como matemáticas o conocimiento del medio quedarían relegadas al rincón de las pocas ganas. Sin embargo, pocos se aventurarán a afirmar que deberíamos favorecer las horas de gimnasio porque a los chavales no les interesa tanto abrir tochos con raíces cuadradas y fauna ibérica como pasar el rato haciendo saltos al potro.

Me viene a la mente este paralelismo cuando a raíz de algún acontecimiento informativo escucho a expertos y profanos debatir sobre los gustos de los lectores y justificar por qué unas noticias reciben una cobertura mediática u otra. Y me incluyo en estos debates, que tienen lugar en ese foro inmenso donde cabe todo, desde perlas hasta sandeces: las redes sociales.

Ante sucesos como un atentado en Bruselas y un atentado en Lahore, se me ocurren muchos factores que nos llevarán a aceptar que el primero va a ocupar una posición preeminente en el espacio de los medios de comunicación occidentales. Está la proximidad geográfica y sentimental, compartimos una cultura similar y hay intereses estratégicos que seguramente nos hagan percibir la amenaza terrorista en el primer caso como más cercana. En definitiva, nos sentimos mucho más identificados con algo que ocurra en Bruselas que no en el lejano Pakistán, un país que no entendemos… ¿Ni queremos entender? Eso es lo que parece desprenderse de análisis de profesionales que estos días han alegado que, pese a estar en portada y cambiar los titulares a lo largo del día, el ataque terrorista en Lahore no consiguió ser una de las noticias más leídas en medios de referencia. ¿Y cuánto importa eso?

Entiendo que si eres un heladero que vende helados de chocolate y de crema de garbanzo en un mercado capitalista como el nuestro y, al cabo de un tiempo, te das cuenta de que los primeros triunfan y los segundos no los compra ni su autor, en tu escaparate otorgarás la posición clave a los de chocolate. Me parecería normal que tus empleados dedicaran más esfuerzo a perfeccionar ese producto, a ofrecer variedades y que incluso tus anuncios fueran orientados en esa línea, sin el afán quijotesco de intentar conseguir que los clientes del establecimiento se hicieran aficionados del polo de legumbres de una vez por todas.

El asunto es que las empresas periodísticas no son heladerías, con todo mi respeto a uno de mis gremios favoritos. Y aunque están en el mismo mercado capitalista, el producto que manejan es un bien que, algunos creemos, tiene un servicio público, más allá de que sean medios privados o estatales. Un servicio público que debería garantizar que en la tienda siga habiendo helados de garbanzos, entre otras cosas.

Por un lado, tenemos más herramientas que nunca para conocer lo que le gusta a la audiencia. Por otro, los medios son cada vez más presos de los dictámenes del mercado, un mercado a veces irreal debido al oleaje incontrolable y visceral de las redes sociales. Las noticias suben y bajan en algunas cabeceras en función de criterios tan dudosos como que sumen más likes, shares o visitas, que si bien son un medidor no deberían ser siempre el único medidor o el medidor determinante. Sin ir más lejos, hay otro medidor no suficientemente explicado, las presiones económicas y políticas, que lleva unas noticias a la portada o simplemente a desaparecer y que eclipsa cuando toca al barómetro de los likes, sin que ello suscite aparentemente quebraderos de cabeza en los defensores del dictado de las masas.

No podemos pretender que el atentado de Lahore sea más importante o interesante para nuestros lectores que el de Bruselas, pero sí deberíamos exigir que obtenga una atención y tratamiento dignos. Cuando el terrorismo sacude una capital europea el acontecimiento se analiza desde todos los ángulos posibles, incluso algunos innecesarios; nos enteramos de detalles de las víctimas a veces obscenos e irrelevantes, y los medios se llenan del conocido como periodismo de declaraciones de manera exponencial. Además, a la ya importante presencia de informadores permanentes en esas zonas se suma una abrumadora cascada de enviados especiales.

Puede que algunas cabeceras lleven el atentado de Lahore a la primera línea, pero me cuesta ver a menudo un esfuerzo en los responsables por explicar realmente qué significa ese acontecimiento más allá de lo abultado del número de víctimas mortales. No veo un afán por contextualizar, descubrir los detalles y empatizar con esa tragedia.

Quizás se deba a que hace ya mucho tiempo que solo hacemos helados de chocolate y que los de garbanzo los ofrecemos sin cucurucho y en un vaso de papel con el que te pringas las manos, de manera que cuando nos toca hacerlos el esfuerzo que prevemos supera nuestro margen de voluntad.

No quiero que la gente se pase el verano comiendo helados de garbanzo si no quiere, pero espero que si algún día tengo hijos también aprendan a hacer raíces cuadradas, se conozcan los animales de su entorno y sean capaces de ubicar en un mapa ciudades como Lahore. Y si es posible, no solo para descubrir su cara más amarga, sino también sus tesoros ignorados o aquello que, pese a los miles de kilómetros de distancia y diferencias de todo tipo, nos sitúa en la misma escala humana.

1 respuesta »

  1. Interesante reflexión.
    Siempre ocurre lo mismo, en función de la cercanía geográfica, cultural o por otros intereses, los medios tienden a abandonar noticias de países lejanos. Al igual que con Lahore, en el atentado de Boko Haram en Nigeria de este año paso igual. Los medios casi ni tocaron el tema, y eso que hubo (no lo sé exactamente) de 50 a 60 muertos.
    En unos casos sólo se dan cifras, lugar donde se produjo y poco más. En otros casos, como Bélgica o Francia, se le pregunta hasta la prima de un amigo de un fallecido.
    En fin, muchas grandes marcas del periodismo deberían replantearse el objetivo de su trabajo, así como la forma de conseguirlo.
    Un saludo!

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