La sientan en un banco y rompe a llorar. Es un llanto profundo y triste. Demasiado triste como para que uno no sienta culpa de que cada día se produzcan este tipo de situaciones. «Ich hab so viele Probleme»-tengo tantos problemas, solloza. Una estudiante se sienta a su lado e intenta consolarla. Se la ve comprometida y honesta. Uno de los hombres que le habían ayudado llama al Notartz -médico de urgencias- y se informa a la mujer de que en pocos minutos vendrá alguien a ayudarla. Y entonces se levanta como un resorte y vuelve a buscar un camino que no existe. Varias personas salen a su paso para obligarle a permanecer en el lugar. Ella no quiere y pronto se arrima a una amiga, que acaba de aparecer. ¿De dónde ha salido?, ¿dónde estaba? Y se van a trompicones hasta que se desvanecen sus siluetas. La estudiante se queda pensativa mirando hacia los raíles del tren. ¿Hacia dónde vamos? ¿Es fácil salirse del camino? Cuando llega el metro lo deja pasar y abandona la estación. Sus pensamientos se marchan con ella, ya no hay murmullos, ya no hay problemas.
Es Berlín una metrópolis especial en muchos sentidos, también en los negativos. El fracaso de la reunificación tiene a la capital como abanderada. Aunque se intenten tapar los agujeros, la ciudad es un coladero. Deudas multimillonarias. Casi una de cada cinco personas está en el paro. Pero el paro no está tan mal por aquí, Deutschland ist doch ein Sozialstaat! a pesar de Hartz IV. Se puede garantizar una supervivencia y un nivel de vida que sume en la vergüenza a centenares de familias. Desde las diez de la mañana decenas de esquinas de Neukölln bailan al son de la ginebra barata, cuando no es la cerveza la que abre el paso. Son grupos animados, situaciones calcadas, esperanzas similares. Es decir, ninguna o muy pocas.
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