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Mucha reflexión por los incidentes del sábado
Tras abandonar la recepción llega el salón y allí uno se topa con una nube de iglús. Ya nadie estila las tiendas de campaña familiares, en las que cabe hasta la amama. En el fondo esto también es globalización. Entre nube y nube de iglús se levantan varias calles. Primero se coge la Avenida Durruti todo recto y hacia al final se tuerce a la derecha hasta llegar a la Vía Giuliani, en la que se erige una enorme carpa circense. Allí dentro, grupos de debate reducidos discuten a oscuras sobre alguna temática especial. Son tiempos de mucha reflexión y la gente todavía intenta asimilar lo sucedido en la manifestación del sábado. “A todos los movimientos nos une que nos vemos afectados por la misma represión policial”, comenta un británico ácidamente. Un coreano responde: “No podemos caer siempre en los mismos errores. ¿Qué queda en los medios de la pacífica manifestación por una violencia puntual? No es necesario utilizar la violencia para vencer al G8”.
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Cocina solidaria y orgánica
Las 5.000 personas que aproximadamente cada día acampan en Bramow disfrutan de un menú orgánico exquisito. Y todo al precio de la voluntad. Esto es así debido a una iniciativa de las cocinas holandesa Rampenplan y belga Kokkerellen. Desde hace 25 años, la neerlandesa Sittard se desplaza con un amplio equipo de voluntarios a cualquier punto de Europa donde tenga lugar un gran acto de protesta del estilo del G8, campañas antinucleares o encuentros del FMI y Banco Mundial.
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